ESPEJO DEL TIEMPO
Aquella última vez que nos amamos
Llovía en la ciudad, como Atenea,
Ya yo había abordado ese fugaz navío
Del 'au revoir' y 'hasta nunca', amado mío.
Entonces me abrazaste y te abracé;
Lloramos juntos ya en un solo nido,
Uno en brazos del otro y arrullamos,
Ese fruto de nuestro amor, un niño no nacido.
Llovía en la ciudad, como Atenea,
Ya yo había abordado ese fugaz navío
Del 'au revoir' y 'hasta nunca', amado mío.
Entonces me abrazaste y te abracé;
Lloramos juntos ya en un solo nido,
Uno en brazos del otro y arrullamos,
Ese fruto de nuestro amor, un niño no nacido.
Hombre de barro: tu cabello azabache,
Entre mis manos, en las noches de hastío
Reaparece y, esa, tu piel cobriza, aceitunada
Y ese olor a greda de tu cuerpo; te digo:
Aún tu voz entre millones reconozco
Y aún guardo tus cartas y poemas
En la maleta de esos tiempos idos:
Tengo miedo de abrirla hacia el olvido.
Entre mis manos, en las noches de hastío
Reaparece y, esa, tu piel cobriza, aceitunada
Y ese olor a greda de tu cuerpo; te digo:
Aún tu voz entre millones reconozco
Y aún guardo tus cartas y poemas
En la maleta de esos tiempos idos:
Tengo miedo de abrirla hacia el olvido.
Lea Nieves Torres
©All Rights Reserved