lunes, 16 de diciembre de 2013

UN CUENTO INUSUAL DE NAVIDAD ( del Poeta Ernesto Kahan)



Lialdia.com / *Ernesto kahanIsrael/12/14/2013-

Lea Nieves Torres <tatty25242lento@gmail.com>
 horas)
para Ernesto Kahan
Admirable Poeta: Esa manera tan preciosa de describir un fenómeno natural_ que para muchos que leyeron la prensa mundial y vieron las fotografías mostrando lo bello de la nieve en esos territorios y que no imaginaron los desastres involucrados en el mismo,y que solamente se detuvieron en la belleza exterior-  y cuyos daños pasaron desapercibidos por la fiesta, el comercio por causa de la fiesta, usted, poeta, se imbuye en el suceso y paticipa con su profesión de galeno ayudando a los necesitados sin distinción. Si la nieve permite que se abran las fronteras y que la Paz y la Solidaridad  nos abracen a todos los seres humanos del mundo, bienvenida sea la nieve también bienvenidos sean el Amor la Solidaridad y y la Paz.

Pido su permiso para reproducir parcialmente "Un Cuento Inusual de Navidad" y remitir a los lectores a "COLOMBIA POESIA CANTA"
Gracias querida Lea por tu comentario y por supuesto tienes mi permiso para publicarlo

Te comento que amo la Navidad aunque no tenga ninguna religión
En el cuento, siguiendo la tradición de los cuentos navideños, quise destacar ?el milagro? del amor gregario en medio de la desgracia. Por eso le cambié el final así

"La gata me sonrió. Sí, quiero escribir y escribo... Un cuento inusual de Navidad... de amor navideño nacido de la tormenta, donde los hombres se tornan buenos."

Me agradaría que tu hermoso comentario que hiciste lo pongas en un diario que tiene más de 1 millón de lectores

http://lialdia.com/2013/12/un-cuento-inusual-de-navidad-ernesto-kahan/
 El once de diciembre comencé a recibir mensajes de Navidad desde todos los rincones de la Tierra, muchos de ellos clamando por amor social y augurando paz y salud. Aunque por ser judío no festejaba el Nacimiento con religiosidad, estoy acostumbrado a recibir la fiesta con amorosa ternura.
Recuerdo haber leído que en la Primera Guerra Mundial los soldados enfrentados en el frente acordaron entre ellos un alto el fuego la noche de Navidad. Los fusiles callaron y los cánticos se escucharon de las dos líneas de fuego. Cantaron “Noche de paz”.
Entre las lecturas me dirigí a una publicación que anunciaba que el nuevo Papa Francisco le dijo al Presidente de Israel que lo invitó a visitar su país, que acepta y que programa visitar “Tierra Santa” en Mayo. Este Papa no deja de sorprenderme cada día con sus iniciativas de concordia y armonía entre cristianos de todas las tendencias y los judíos.  Coincidentemente también me llegó una invitación para escribir un poema en homenaje a una mujer cristiana impresionantemente superior, Sor Teresa de Calcuta. Me costaba concentrarme debido a que estaba en crisis con serios pensamientos existenciales de frustración porque los poetas no estamos siendo reconocidos ni estimulados por los organismos culturales oficiales y prácticamente somos ignorados por los medios de difusión.
Ese día once de diciembre, llegó al Medio oriente la más grande tormenta invernal, por lo menos desde hace 130 años y aquí estoy. Hoy es 14 de diciembre, diez días antes de la “Noche Buena”, más de 60.000 familias están sin electricidad y sin calefacción porque cayeron árboles sobre los cable de alta tensión y las cuadrillas de salvamento no pueden llegar dado que muchos caminos están cortados, cientos de personas o tal vez miles, están atrapados en autos en los caminos o en ascensores sin comida, el frío es terrible, el río Ayarcon en Tel Aviv está a punto de desbordarse, los hospitales están abarrotados y los médicos estamos en guardia especial en actividad más de 18 horas seguidas… La gran mayoría no pueden ser reemplazados porque las vías de acceso están cortadas, murieron animales callejeros y hay cientos de ancianos atrapados en la oscuridad congelándose y necesitados de recibir atención médica. Miro la televisión, todo el país esta reclutado para salvar vidas
Entre los apagones me llegan por correo electrónico comentarios de un poema que publique hace tres días, cuando comenzó a caer la nieve y el blanco de ella me dio la señal.
Nuevamente hoy amaneciste blanca Israel
———————–
Hoy amaneciste blanca Israel
y yo me dije
- lo quiero como señal
de paz y de nueva miel -
Nieve y miel que cubra el mal
y prepare la cena
de la naciente primavera,
que no mire debajo del mantel
y que los escolares aprendan
la fresca historia que pueda comenzar
Nieve blanca casi mágica
¡Déjame tocarte!
¡Déjame hacerte el amor en la hierba!
¡Déjame borrar los recuerdos del odio!
que son los de la guerra…
y porque hoy amaneciste blanca Israel
yo me dije
- ¡Que mi amada traiga los poemas
y que hagamos el amor en la hierba!
Amor y paz
Sobre la blanca nieve
que todo lo cubre e incita a retozar.
Atrás quedó el poema y todo mi ser ahora se encuentra absorto con las noticia. También llegó un mensaje de una escritora de la Patagonia Argentina que me dice –Escribe, ese eres tú, nunca sabrás lo que ocurrirá con tus escritos.
Ayer de noche, estando en cama,  la gata blanca del vecino del primer piso como lo hacía siempre, se puso a chillar en forma insoportable. Yo la odiaba porque por su culpa pasaba noches de insomnio. –tiene frío me dije y me levanté para socorrerla y darle leche caliente. Quedé dormido y me desperté con la radio dando noticias duras y tremendas. Comencé a seleccionar algunas diferentes que me enternecieron.
Miré a la gata del vecino que me estaba haciendo caricias con la cola y escuché que en un kibutz llamado Neve Ilan, que llevaba cuarenta horas sin luz y los generadores ya no funcionaban por falta de combustible, las familias se concentraron para pasar la noche en las casas vecinas que eran más templadas. A la hora del anuncio estaban cocinando sopa caliente en ollas comunes. Cuadrillas de estudiantes se organizaron en especie de pandillas para ayudar a los conductores atrapados en la nieve. Los policías, bomberos, soldados, empleados de la compañía de electricidad salieron a pié en recorrida con linternas y termos con café caliente para saber si en los autos apresados había gente necesitada. Parece que varias familias que tenían combustible se pusieron a cocinar sopa para vecinos y quien sea. Los pasos de frontera con Gaza y Siria que por la guerra llevaban años cerradas, se abrieron para que camiones israelíes con gas oíl, comida y frazadas puedan pasar.
Por suerte no más del 3 por ciento de la población fue agredida gravemente por la tormenta, pero cada casa es un mundo y cada persona que se entrega amorosamente es un ser precioso.   
Me quedaban varios días para mandar el poema sobre la Madre Teresa y miré el almanaque que estaba sobre un globo terráqueo.
La gata me sonrió. Sí, quiero escribir y escribo…. “Un cuento inusual de Navidad…
Lectura relacionada con la foto de la portada:
 *Ernesto kahan es asesor editorial de Long Island Al Día

domingo, 8 de diciembre de 2013

DOS POEMAS DE EMILIA AYARZA DE HERRERA

 
Emilia Ayarza de Herrera
MEMORIA DE LA RISA
Un silencio de espejos
que te hacía más alto
cuando nadie sabía
que el júbilo empezaba.
Cuando apenas el cauce de mi sueño tenía
un leve incendio de antorchas submarinas.
Tú eras el primer habitante de la tierra
con idioma de viento y primavera
y un camino exclusivo de silencios
donde sólo tu voz, entre los árboles,
acusaba la existencia de las aves.
Yo he dicho que tu corazón
era el único señor de la comarca
donde cielos, tardes y horizontes,
se asomaban de azul a las colinas.
Yo he sostenido que en tu casa
construida por el día, en claridades,
no había iniciado si invasión la noche
con el violeta y su séquito de lilas.
Era la dulzura de tu huerto aromado
la que hacía romper el vacío en tu presencia;
y era la lluvia con su claro cuerpo
la que incitaba el himno de las nubes.
En el umbral de tu memoria
la sangre y la ternura
eran ya partidarias de mi piel.
Y antes de que la niebla te hablara
de que la luz perteneciera al día primero,
de que la alta mano suspendiera
en el aire su blanca omnipotencia,
de que las patrias verdes de los árboles
izaran sus millones de banderas,
de que los soldados de la brisa alinearan
con medallas ganadas en los vendavales
y la carreta líquida del río
la llevase un buey de viento,
yo estaba presente en el banquete
donde tú repartías islas, aldeas y bahías
y nombrabas princesas de las eras
y pajes a las algas y a las uvas.
Cómo olvidar cuando dijiste
primitivo aún y verdadero:
“Siendo el primer habitante de la tierra
yo te bautizo, Giraluna,
Sonatina, Espuma, Eco del Río,
Espiga, Corazón de sombra,
y te hago señora y capitana
de la primera sonrisa que germine”.
Y aquí me tienes, en llanto convertida,
con el tallo del júbilo abrazado,
en el desierto de mi imperio trunco:
¡Qué aún no ha germinado la primera risa!
 
A CALI HA LLEGADO LA MUERTE
No.
Ni la sangre de polvo.
Ni el rumor de las venas sub-terrestres.
Ni los ojos de antiguas polillas vagabundas.
Ni los hombres de párpados doblados.
Ni la casulla del viento.
Ni la tierra pintada de frutos en la tarde.
No.
Nada.
Ni el sexo que comienza en la lengua de los niños.
Ni los pastores de culebras.
Ni las esquinas infieles sobre las ventanas.
Ni la dignidad de los trapiches
sostenida en el breve equilibrio de la caña.
Ni el transparente río que se hunde por los muslos de Cali.
No.
Nada.
Ni las almadías del sueño.
Ni el somnoliento camello de la cordillera.
Ni el monólogo amarillo del sol en el espacio.
Ni la paz de los escarabajos.
Ni la mariposa pintora.
Ni el grillo concertista.
Ni la boñiga de oro.
Ni los geranios, ni las bicicletas
que absorben con sus esponjas de silencio
la tibia pereza de los muros
No.
Nada.
Ni el candor de las escuelas que traza palotes de ausencia en los tableros.
Ni los borrachos que miran fijamente a la ventera
y le derraman el corazón entre las trenzas.
Ni las polleras de los siete-cueros.
Ni la barba de cristal de los torrentes.
Ni los panales detrás de las ortigas
Ni los bueyes de artificial melancolía.
No.
Nada pudo detener la muerte.
Llegó a Cali navegando
y los corceles del Océano Pacífico
la saludaron volcando sus belfos espumeantes en la playa.
Llegó por el pito de los buques
por las banderas de los guacamayos
por el ojo de las agujas que remienda el pudor de las modistas
por la voz de los muertos en los árboles
por los billetes rubios
por el alma incolora de los camioneros
por los ojos trasnochadores de los naipes
por la felina displicencia de los grandes
por la rosa ignorante
por el paisaje de zapatos sin huella.
Llegó sin pasaporte y cruzó la frontera
caminando sobre el miedo rosado de los niños
por el clavicordio dorado de los campanarios
por el pelo de agua de los cosos
por la sencillez de los pueblos
donde los campesinos y las almojábanas se encaran con el sol
y los mendigos pegan su coto a las ventanillas del tren.
Llegó sin autorización de los muertos
que se salieron de sus tumbas
a protestar en un mitin putrefacto y amarillo.
Llegó por en medio de las garzas
los taladros
por entre el múltiple corazón de pitahayas
por la flor que se colocan las solteronas tras la oreja
por los solares donde hacen venias al viento los interiores parroquiales
y un tulipán oye misa diariamente.
Por cerca de los gallos
que creen en la blancura de los huevos
por los tejados donde los zuros escriben la epopeya de los celos
y los gatos y la luna
forman siete lechos y un violín.
Invadió los palacios, las haciendas
los ranchos y las niñas de capul.
Invadió el cielo y sus altos corderos extraviados.
Invadió la secreta desnudez de los cadáveres.
(La ciudad era un racimo de plomo derretido
y la muerte le salía a bocanadas).
La historia de Cali dejó de ser un río deliberadamente puro
por cuyas ondas los días eran barcos de vidrio.
El rojo fue una lluvia sostenida en el aire
y entre los montes de cristal la sangre
dibujará para siempre vitrales en la sombra!
¡Hay que llorar desesperadamente!
 
 
 
 

sábado, 29 de junio de 2013

JORGE LUIS BORGES





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AJEDREZ

I
En su grave rincón, los jugadores
Rigen las lentas piezas. El tablero
Los demora hasta el alba en su severo
Ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
Las formas: torre homérica, ligero
Caballo, armada reina, rey postrero,
Oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
Cuando el tiempo los haya consumido,
Ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
Cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
Reina, torre directa y peón ladino
Sobre lo negro y blanco del camino
Buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
Del jugador gobierna su destino,
No saben que un rigor adamantino
Sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(La sentencia es de Omar) de otro tablero
De negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
De polvo y tiempo y sueño y agonías.

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ARTE POÉTICA

Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche , que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor, y un símbolo,

ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
verde y humilde. El arte es esa Itaca
de verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.

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EL GOLEM
Si (como el griego afirma en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.

Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.

Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.

No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.

Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,

la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
de la Letras, del Tiempo y del Espacio.

El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.

Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

(El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem;
estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)

El rabí le explicaba el universo:
Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.

Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.

Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.

Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)

Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.

El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. ¿Cómo (se dijo)
pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?

¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?

En la hora de la angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?

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BORGES Y YO (Microcuento)

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pase de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con el infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.

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EL POETA DECLARA SU NOMBRADÍA

El círculo del cielo mide mi gloria,
las bibliotecas del Oriente se disputan mis versos,
los emires me buscan para llenarme de oro la boca,
los ángeles ya saben de memoria mi último zéjel.
Mis instrumentos de trabajo son la humillación y la angustia;
ojalá yo hubiera nacido muerto.

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LA NOCHE QUE EN EL SUR LO VELARON

Por el deceso de alguien
-misterio cuyo vacante nombre poseo y cuya realidad no abarcamos-
hay hasta el alba una casa abierta en el Sur,
una ignorada casa que no estoy destinado a rever,
pero que me espera esta noche
con desvelada luz en las altas horas del sueño,
demacrada de malas noches, distinta,
minuciosa de realidad.

A su vigilia gravitada en muerte camino
por las noches elementales como recuerdos,
por el tiempo abundante de la noche,
sin más oíble vida
que los vagos hombres de barrio junto al apagado almacén
y algún silbido solo en el mundo.

Lento el andar, en la procesión de la espera,
llego a la cuadra y a la casa y a la sincera puerta que busco
y me reciben hombres obligados a la gravedad
que participaron de los años de mis mayores,
y nivelamos destinos en una pieza habilitada que mira al patio
- patio que está bajo el poder y en la integridad de la noche-
y decimos, porque la realidad es mayor, cosas indiferentes
y somos desganados y argentinos en el espejo
y el mate compartido mide horas vanas.

Me conmueven las menudas sabidurías
que en todo fallecimiento se pierden
-hábito de unos libros, de una llave, de un cuerpo entre los otros-.
Yo sé que todo privilegio, aunque oscuro, es de linaje de milagro
y mucho lo es el de participar en esta vigilia,
reunida alrededor de lo que no se sabe: del Muerto,
reunida para acompañar y guardar su primera noche en la muerte.

(El velorio gasta las caras;
los ojos se nos están muriendo en lo alto como Jesús.)
¿Y el muerto, el increíble?
Su realidad está bajo las flores diferentes de él
y su mortal hospitalidad nos dará
un recuerdo más para el tiempo
y sentenciosas calles del Sur para merecerlas despacio
y la noche que de la mayor congoja nos libra:
la prolijidad de lo real.
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MANUSCRITO HALLADO EN UN LIBRO
(De Joseph Conrad)

En las trémulas tierras que exhalan el verano,
el día es invisible de puro blanco. El día
es una estría cruel en una celosía,
un fulgor en las costas y una fiebre en el llano.

Pero la antigua noche es honda como un jarro
de agua cóncava. El agua se abre a infinitas huellas,
y en ociosas canoas, de cara a las estrellas,
el hombre mide el vago tiempo con el cigarro.

El humo desdibuja gris las constelaciones
remotas. Lo inmediato pierde prehistoria y nombre.
El mundo es unas cuantas tiernas imprecisiones.
El río, el primer río. El hombre, el primer hombre.
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POEMA DE LOS DONES

Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.
De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.
Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.
Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.
Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.
Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.
¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?
Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.


jueves, 27 de junio de 2013

TRES POEMAS DE ALFONSINA STORNI







CUADRADOS Y ÁNGULOS


Casas enfiladas, casas enfiladas,

casas enfiladas.
Cuadrados, cuadrados, cuadrados.
Casas enfiladas.
Las gentes ya tienen el alma cuadrada,
ideas en fila
y ángulo en la espalda.
Yo misma he vertido ayer una lágrima,
Dios mío, cuadrada.







LAS GRANDES MUJERES

En las grandes mujeres reposó el universo.
Las consumió el amor, como el fuego al estaño,
a unas; reinas, otras, sangraron su rebaño.
Beatriz y Lady Macbeth tienen genio diverso.
De algunas, en el mármol, queda el seno perverso.
Brillan las grandes madres de los grandes de antaño.
Y es la carne perfecta, dadivosa del daño.
Y son las exaltadas que entretejen el verso.

De los libros las tomo como de un escenario
fastuoso -¿Las envidias, corazón mercenario?
Son gloriosas y grandes, y eres nada, te arguyo.

-Ay, rastreando en sus alas, como en selvas las lobas,
a mirarlas de cerca me bajé a sus alcobas
y oí un bostezo enorme que se parece al tuyo.








PESO ANCESTRAL



Tú me dijiste: no lloró mi padre;
tú me dijiste: no lloró ni abuelo;
no han llorado los hombres de mi raza,
eran de acero.


Así diciendo te brotó una lágrima
y me cayó en la boca... más veneno.
Yo no he bebido nunca en otro vaso
así pequeño.

Débil mujer, pobre mujer que entiende
dolor de siglos conocí al beberlo:

¡Oh, el alma mía soportar no puede
todo su peso!

domingo, 16 de junio de 2013

TRES POEMAS DE GIOCONDA BELLI



Poetisa y Escritora nicaraguense.


Y DIOS ME HIZO MUJER
(Ver también video)

Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos, nariz y boca de mujer.
Con curvas 
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.

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 " Es el amor; tendré que ocultarme o  que huir"

                                                             Jorge Luis Borges





SIGNOS

Lento,
violento,
rumoroso
temblor
de hojas
en la intrincada selva de mis espinas.
Invasión de ternura en los huesos.
Ola dulce de agua
reventándome en el fondo del pecho,
encrespándose
y volviendo a extenderse
espuma
sobre mi corazón.
Es el amor con su viento cálido,
lamiendo insistente la playa sola de mi noche.
Es el amor con su largo ropaje de algas,
enredándome el nombre, el juicio, los imposibles.
Es el amor salitre, húmedo,
descargándose contra la roca de mi ayer impávida dureza.
Es la marea subiendo lentamente
las esquinas de piedra de mis manos.
Es el espacio con su frío
y el vientre de mi madre palpitando su vida en el silencio.
Es el grupo de árboles en el atardecer,
el ocaso rojo de azul,
la luna colgada como fruta en el cielo.
Es el miedo terrible,
el pavor de abrir la puerta
y unirse a la caravana
de estrellas persiguiendo la luz
como nocturnas, erráticas mariposas.
Es la tiniebla absoluta
o la más terrible y blanca nova del Universo.
Es tu voz como soplo
o el ruido de días ignorando los rumbos de tu existencia.
Es esa palabra conjuro de todas las magias,
látigo sobre mi espalda tendida al filo del sol,
desencajando el tiempo con sus letras recónditas,
desprendida del azar y de la lógica,
loca palabra, espada,
torbellino revolviéndome tibias memorias
apaciblemente guardadas en el desván de los sueños,
estatuas que de pronto se levantan y hablan,
duendes morados saliendo de todas las flores,
silbando música de tambor de guerra,
terribles con sus largos zapatos puntudos,
burlándose de mí
que, inútilmente,
cavo tenaz, enfurecida, incapaz,
llorando en mi espanto,
esta última trincher
a.


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SE VAN TUS MANOS SOBRE MI MIRADA...


la sostienes, la sueltas.
Embistes mi hombro izquierdo,
lo sitias desde el cuello,
lo asaltas con las flechas de tu boca.
Embistes mi hombro izquierdo
feroz y dulcemente a dentelladas.
con su modo redondo
de hacer pasar el tiempo entre los besos
y somos dos volutas de humo
flotando en el espacio
llenándolo con chasquidos y murmullos
o suavemente quedándonos callados
para explorar el secreto profundo de los poros
para penetrarlos en un afán de invasión
de descorrer la piel
y encontrar nuestros ojos
mirándonos desde la interioridad de la sangre.
Hablamos un lenguaje de jeroglíficos
y me vas descifrando sin más instrumentos
que la ternura lenta de tus manos,
desenredándome sin esfuerzo,
alisándome como una sábana recién planchada,
mientras yo te voy dando mi universo;
todos los meteoritos y las lunas
que han venido gravitando en la órbita de mis sueños,
mis dedos llenos del deseo de tocar las estrellas
los soles que habitan en mi cuerpo.
Una mansa sonrisa empieza a subirme por los tobillos,
se va riendo en mis rodillas
sube recorriendo mi corteza de árbol
llenándome de capullos reventados de gozo transparente.
El aire que sale de mis pulmones va risueño
a vivir en el viento de la noche
mientras de nuevo embistes mi hombro izquierdo,
 
feroz
y dulcemente
a dentelladas.