lunes, 16 de diciembre de 2013

UN CUENTO INUSUAL DE NAVIDAD ( del Poeta Ernesto Kahan)



Lialdia.com / *Ernesto kahanIsrael/12/14/2013-

Lea Nieves Torres <tatty25242lento@gmail.com>
 horas)
para Ernesto Kahan
Admirable Poeta: Esa manera tan preciosa de describir un fenómeno natural_ que para muchos que leyeron la prensa mundial y vieron las fotografías mostrando lo bello de la nieve en esos territorios y que no imaginaron los desastres involucrados en el mismo,y que solamente se detuvieron en la belleza exterior-  y cuyos daños pasaron desapercibidos por la fiesta, el comercio por causa de la fiesta, usted, poeta, se imbuye en el suceso y paticipa con su profesión de galeno ayudando a los necesitados sin distinción. Si la nieve permite que se abran las fronteras y que la Paz y la Solidaridad  nos abracen a todos los seres humanos del mundo, bienvenida sea la nieve también bienvenidos sean el Amor la Solidaridad y y la Paz.

Pido su permiso para reproducir parcialmente "Un Cuento Inusual de Navidad" y remitir a los lectores a "COLOMBIA POESIA CANTA"
Gracias querida Lea por tu comentario y por supuesto tienes mi permiso para publicarlo

Te comento que amo la Navidad aunque no tenga ninguna religión
En el cuento, siguiendo la tradición de los cuentos navideños, quise destacar ?el milagro? del amor gregario en medio de la desgracia. Por eso le cambié el final así

"La gata me sonrió. Sí, quiero escribir y escribo... Un cuento inusual de Navidad... de amor navideño nacido de la tormenta, donde los hombres se tornan buenos."

Me agradaría que tu hermoso comentario que hiciste lo pongas en un diario que tiene más de 1 millón de lectores

http://lialdia.com/2013/12/un-cuento-inusual-de-navidad-ernesto-kahan/
 El once de diciembre comencé a recibir mensajes de Navidad desde todos los rincones de la Tierra, muchos de ellos clamando por amor social y augurando paz y salud. Aunque por ser judío no festejaba el Nacimiento con religiosidad, estoy acostumbrado a recibir la fiesta con amorosa ternura.
Recuerdo haber leído que en la Primera Guerra Mundial los soldados enfrentados en el frente acordaron entre ellos un alto el fuego la noche de Navidad. Los fusiles callaron y los cánticos se escucharon de las dos líneas de fuego. Cantaron “Noche de paz”.
Entre las lecturas me dirigí a una publicación que anunciaba que el nuevo Papa Francisco le dijo al Presidente de Israel que lo invitó a visitar su país, que acepta y que programa visitar “Tierra Santa” en Mayo. Este Papa no deja de sorprenderme cada día con sus iniciativas de concordia y armonía entre cristianos de todas las tendencias y los judíos.  Coincidentemente también me llegó una invitación para escribir un poema en homenaje a una mujer cristiana impresionantemente superior, Sor Teresa de Calcuta. Me costaba concentrarme debido a que estaba en crisis con serios pensamientos existenciales de frustración porque los poetas no estamos siendo reconocidos ni estimulados por los organismos culturales oficiales y prácticamente somos ignorados por los medios de difusión.
Ese día once de diciembre, llegó al Medio oriente la más grande tormenta invernal, por lo menos desde hace 130 años y aquí estoy. Hoy es 14 de diciembre, diez días antes de la “Noche Buena”, más de 60.000 familias están sin electricidad y sin calefacción porque cayeron árboles sobre los cable de alta tensión y las cuadrillas de salvamento no pueden llegar dado que muchos caminos están cortados, cientos de personas o tal vez miles, están atrapados en autos en los caminos o en ascensores sin comida, el frío es terrible, el río Ayarcon en Tel Aviv está a punto de desbordarse, los hospitales están abarrotados y los médicos estamos en guardia especial en actividad más de 18 horas seguidas… La gran mayoría no pueden ser reemplazados porque las vías de acceso están cortadas, murieron animales callejeros y hay cientos de ancianos atrapados en la oscuridad congelándose y necesitados de recibir atención médica. Miro la televisión, todo el país esta reclutado para salvar vidas
Entre los apagones me llegan por correo electrónico comentarios de un poema que publique hace tres días, cuando comenzó a caer la nieve y el blanco de ella me dio la señal.
Nuevamente hoy amaneciste blanca Israel
———————–
Hoy amaneciste blanca Israel
y yo me dije
- lo quiero como señal
de paz y de nueva miel -
Nieve y miel que cubra el mal
y prepare la cena
de la naciente primavera,
que no mire debajo del mantel
y que los escolares aprendan
la fresca historia que pueda comenzar
Nieve blanca casi mágica
¡Déjame tocarte!
¡Déjame hacerte el amor en la hierba!
¡Déjame borrar los recuerdos del odio!
que son los de la guerra…
y porque hoy amaneciste blanca Israel
yo me dije
- ¡Que mi amada traiga los poemas
y que hagamos el amor en la hierba!
Amor y paz
Sobre la blanca nieve
que todo lo cubre e incita a retozar.
Atrás quedó el poema y todo mi ser ahora se encuentra absorto con las noticia. También llegó un mensaje de una escritora de la Patagonia Argentina que me dice –Escribe, ese eres tú, nunca sabrás lo que ocurrirá con tus escritos.
Ayer de noche, estando en cama,  la gata blanca del vecino del primer piso como lo hacía siempre, se puso a chillar en forma insoportable. Yo la odiaba porque por su culpa pasaba noches de insomnio. –tiene frío me dije y me levanté para socorrerla y darle leche caliente. Quedé dormido y me desperté con la radio dando noticias duras y tremendas. Comencé a seleccionar algunas diferentes que me enternecieron.
Miré a la gata del vecino que me estaba haciendo caricias con la cola y escuché que en un kibutz llamado Neve Ilan, que llevaba cuarenta horas sin luz y los generadores ya no funcionaban por falta de combustible, las familias se concentraron para pasar la noche en las casas vecinas que eran más templadas. A la hora del anuncio estaban cocinando sopa caliente en ollas comunes. Cuadrillas de estudiantes se organizaron en especie de pandillas para ayudar a los conductores atrapados en la nieve. Los policías, bomberos, soldados, empleados de la compañía de electricidad salieron a pié en recorrida con linternas y termos con café caliente para saber si en los autos apresados había gente necesitada. Parece que varias familias que tenían combustible se pusieron a cocinar sopa para vecinos y quien sea. Los pasos de frontera con Gaza y Siria que por la guerra llevaban años cerradas, se abrieron para que camiones israelíes con gas oíl, comida y frazadas puedan pasar.
Por suerte no más del 3 por ciento de la población fue agredida gravemente por la tormenta, pero cada casa es un mundo y cada persona que se entrega amorosamente es un ser precioso.   
Me quedaban varios días para mandar el poema sobre la Madre Teresa y miré el almanaque que estaba sobre un globo terráqueo.
La gata me sonrió. Sí, quiero escribir y escribo…. “Un cuento inusual de Navidad…
Lectura relacionada con la foto de la portada:
 *Ernesto kahan es asesor editorial de Long Island Al Día

domingo, 8 de diciembre de 2013

DOS POEMAS DE EMILIA AYARZA DE HERRERA

 
Emilia Ayarza de Herrera
MEMORIA DE LA RISA
Un silencio de espejos
que te hacía más alto
cuando nadie sabía
que el júbilo empezaba.
Cuando apenas el cauce de mi sueño tenía
un leve incendio de antorchas submarinas.
Tú eras el primer habitante de la tierra
con idioma de viento y primavera
y un camino exclusivo de silencios
donde sólo tu voz, entre los árboles,
acusaba la existencia de las aves.
Yo he dicho que tu corazón
era el único señor de la comarca
donde cielos, tardes y horizontes,
se asomaban de azul a las colinas.
Yo he sostenido que en tu casa
construida por el día, en claridades,
no había iniciado si invasión la noche
con el violeta y su séquito de lilas.
Era la dulzura de tu huerto aromado
la que hacía romper el vacío en tu presencia;
y era la lluvia con su claro cuerpo
la que incitaba el himno de las nubes.
En el umbral de tu memoria
la sangre y la ternura
eran ya partidarias de mi piel.
Y antes de que la niebla te hablara
de que la luz perteneciera al día primero,
de que la alta mano suspendiera
en el aire su blanca omnipotencia,
de que las patrias verdes de los árboles
izaran sus millones de banderas,
de que los soldados de la brisa alinearan
con medallas ganadas en los vendavales
y la carreta líquida del río
la llevase un buey de viento,
yo estaba presente en el banquete
donde tú repartías islas, aldeas y bahías
y nombrabas princesas de las eras
y pajes a las algas y a las uvas.
Cómo olvidar cuando dijiste
primitivo aún y verdadero:
“Siendo el primer habitante de la tierra
yo te bautizo, Giraluna,
Sonatina, Espuma, Eco del Río,
Espiga, Corazón de sombra,
y te hago señora y capitana
de la primera sonrisa que germine”.
Y aquí me tienes, en llanto convertida,
con el tallo del júbilo abrazado,
en el desierto de mi imperio trunco:
¡Qué aún no ha germinado la primera risa!
 
A CALI HA LLEGADO LA MUERTE
No.
Ni la sangre de polvo.
Ni el rumor de las venas sub-terrestres.
Ni los ojos de antiguas polillas vagabundas.
Ni los hombres de párpados doblados.
Ni la casulla del viento.
Ni la tierra pintada de frutos en la tarde.
No.
Nada.
Ni el sexo que comienza en la lengua de los niños.
Ni los pastores de culebras.
Ni las esquinas infieles sobre las ventanas.
Ni la dignidad de los trapiches
sostenida en el breve equilibrio de la caña.
Ni el transparente río que se hunde por los muslos de Cali.
No.
Nada.
Ni las almadías del sueño.
Ni el somnoliento camello de la cordillera.
Ni el monólogo amarillo del sol en el espacio.
Ni la paz de los escarabajos.
Ni la mariposa pintora.
Ni el grillo concertista.
Ni la boñiga de oro.
Ni los geranios, ni las bicicletas
que absorben con sus esponjas de silencio
la tibia pereza de los muros
No.
Nada.
Ni el candor de las escuelas que traza palotes de ausencia en los tableros.
Ni los borrachos que miran fijamente a la ventera
y le derraman el corazón entre las trenzas.
Ni las polleras de los siete-cueros.
Ni la barba de cristal de los torrentes.
Ni los panales detrás de las ortigas
Ni los bueyes de artificial melancolía.
No.
Nada pudo detener la muerte.
Llegó a Cali navegando
y los corceles del Océano Pacífico
la saludaron volcando sus belfos espumeantes en la playa.
Llegó por el pito de los buques
por las banderas de los guacamayos
por el ojo de las agujas que remienda el pudor de las modistas
por la voz de los muertos en los árboles
por los billetes rubios
por el alma incolora de los camioneros
por los ojos trasnochadores de los naipes
por la felina displicencia de los grandes
por la rosa ignorante
por el paisaje de zapatos sin huella.
Llegó sin pasaporte y cruzó la frontera
caminando sobre el miedo rosado de los niños
por el clavicordio dorado de los campanarios
por el pelo de agua de los cosos
por la sencillez de los pueblos
donde los campesinos y las almojábanas se encaran con el sol
y los mendigos pegan su coto a las ventanillas del tren.
Llegó sin autorización de los muertos
que se salieron de sus tumbas
a protestar en un mitin putrefacto y amarillo.
Llegó por en medio de las garzas
los taladros
por entre el múltiple corazón de pitahayas
por la flor que se colocan las solteronas tras la oreja
por los solares donde hacen venias al viento los interiores parroquiales
y un tulipán oye misa diariamente.
Por cerca de los gallos
que creen en la blancura de los huevos
por los tejados donde los zuros escriben la epopeya de los celos
y los gatos y la luna
forman siete lechos y un violín.
Invadió los palacios, las haciendas
los ranchos y las niñas de capul.
Invadió el cielo y sus altos corderos extraviados.
Invadió la secreta desnudez de los cadáveres.
(La ciudad era un racimo de plomo derretido
y la muerte le salía a bocanadas).
La historia de Cali dejó de ser un río deliberadamente puro
por cuyas ondas los días eran barcos de vidrio.
El rojo fue una lluvia sostenida en el aire
y entre los montes de cristal la sangre
dibujará para siempre vitrales en la sombra!
¡Hay que llorar desesperadamente!