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martes, 23 de abril de 2013

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA


 

 



Nace el 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares. Hijo de Leonor de Cortinas y Rodrigo de Cervantes. Haciendo parte de una familia numerosa, conformada por cuatro hermanas y dos hermanos, sin contar al primogénito Andrés que murió muy niño.
Formó parte del ejército Español, en la marina, junto a la marina de Italia, defendiendo a esta última de la invasión Turca. Fue herido y perdió un brazo en la batalla de Lepanto, por lo cual se le conoce como el "Manco de Lepanto". Después de haberse curado, fué enviado a España; pero, en el Mediterráneo, el barco en que viajaba fué interceptado por unos Piratas del Norte de África que lo llevaron cautivo a Argel, junto con su hermano Rodrigo. En Argel fué encarcelado por varios años Su madre, Doña Leonor de Cortinas, prestó dinero en El Consejo de la Cruzada por un monto de 60 ducados, para pagar el rescate de sus hijos. Fué rescatado por unos Frailes
Al llegar a España, era un ser anónimo; nadie le recordaba, sin amigos, sin trabajo y sin dinero, llevó una vida de pobreza y privaciones. Luego le acusaron de haber matado un hombre, sin prueba alguna. No pudo defenderse y lo metieron en prisión. En prisión, escribió la novela más importante y hermosa de todos los tiempos: "El Quijote"
Posteriormente, se suscribe, él mismo, como "Miguel de Cervantes Saavedra" como producto de su experiencia vivencial y una respuesta a esta experiencia se refleja a través de su creación.

·         BIBLIOGRAFÍA: 1. La Red de las Biografías/wwwmcnbiografías.com. 2.Revista de Literatura, Vol. 65 No. 130(203) 103989/REVLITERATURA2003.

REFLEXIONES
·         No existe cárcel que pueda destruir la creatividad del hombre
·         No existe cárcel que pueda destruir los más hermosos sueños del hombre
·         No existe cárcel que impida el  volar a la imaginación del hombre
·         No existe cárcel que pueda robar la verdadera libertad del hombre que proviene de su ser espiritual

  1.  

LETANIA DE NUESTRO SEÑOR DON QUIJOTE
Rubén Darío
Rey de los hidalgos, señor de los tristes,
que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión;
que nadie ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y la lanza en ristre, toda corazón.

Noble peregrino de los peregrinos,
que santificaste todos los caminos
con el paso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad...

¡Caballero errante de los caballeros,
varón de varones, príncipe de fieros,
par entre los pares, maestro, salud!
¡Salud, porque juzgo que hoy muy poca tienes,
entre los aplausos o entre los desdenes,
y entre las coronas y los parabienes
y las tonterías de la multitud!

¡Tú, para quien pocas fueron las victorias
antiguas y para quien clásicas glorias
serían apenas de ley y razón,
soportas elogios, memorias, discursos,
resistes certámenes, tarjetas, concursos,
y, teniendo a Orfeo, tienes a orfeón!

Escucha, divino Rolando del sueño,
a un enamorado de tu Clavileño,
y cuyo Pegaso relincha hacia ti;
escucha los versos de estas letanías,
hechas con las cosas de todos los días
y con otras que en lo misterioso vi.

¡Ruega por nosotros, hambrientos de vida,
con el alma a tientas, con la fe perdida,
llenos de congojas y faltos de sol,
por advenedizas almas de manga ancha,
que ridiculizan el ser de la Mancha,
el ser generoso y el ser español!

¡Ruega por nosotros, que necesitamos
las mágicas rosas, los sublimes ramos
de laurel Pro nobis ora, gran señor.
¡Tiembla la floresta de laurel del mundo,
y antes que tu hermano vago, Segismundo,
el pálido Hamlet te ofrece una flor!

Ruega generoso, piadoso, orgulloso;
ruega casto, puro, celeste,  animoso;
por nos intercede, suplica por nos,
pues casi ya estamos sin savia, sin brote,
sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,
sin piel y sin alas, sin Sancho y sin Dios.

De tantas tristezas, de dolores tantos
de los superhombres de Nietzsche, de cantos
áfonos, recetas que firma un doctor,
de las epidemias, de horribles blasfemias
de las Academias,
¡líbranos, Señor!

De rudos malsines,
falsos paladines,
y espíritus finos y blandos y ruines,
del hampa que sacia
su canallocracia
con burlar la gloria, la vida, el honor,
del puñal con gracia,
¡líbranos, Señor!

Noble peregrino de los peregrinos,
que santificaste todos los caminos,
con el paso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad...

¡Ora por nosotros, señor de los tristes
que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión!
¡que nadie ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y la lanza en ristre, toda corazón!